El Corpus “es la fiesta de la Eucaristía, don maravilloso de Cristo, que en la última Cena quiso dejarnos el memorial de su Pascua, el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre, prueba y prenda de inmenso amor por nosotros”.
“Hace una semana –señaló el Pontífice- nuestras miradas estaban atraídas por el misterio de la santísima Trinidad; hoy estamos invitados a fijarla sobre la Ostia santa: que es el mismo Dios. El Amor mismo. Esta es la belleza de la verdad cristiana: el Creador y Señor de todas las cosas se ha hecho ‘grano de trigo’ para ser sembrado en nuestra tierra, en los surcos de nuestra historia”.
“El Creador se ha hecho pan para ser partido para ser compartido, comido. Se ha hecho nuestra comida para darnos vida, su misma vida divina”; dijo el Papa; y explicó que “nació en Belén que en hebreo quiere decir ‘casa del pan’, y cuando comenzó a predicar a la multitud reveló que el Padre lo había mandado al mundo como ‘pan vivo descendido del cielo’, como pan de la vida”.
“La Eucaristía es escuela de caridad y de solidaridad. Y quien se nutre del Pan de Cristo no puede quedarse indiferente ante los que, en nuestros días, están privados del pan cotidiano”, dijo luego el Santo Padre; y subrayó que hoy “muchos padres consiguen a duras penas procurarse el pan para sus propios hijos. Es un problema cada vez más grave que la comunidad internacional, con grandes dificultades, se esfuerza en resolver”.
“La Iglesia no sólo reza ‘danos hoy el pan de cada día’ sino que siguiendo el ejemplo de su Señor, se empeña de diversas formas en multiplicar ‘los cinco panes y los dos peces’ con innumerables iniciativas de promoción humana y compartiendo lo imprescindible para que a nadie le falte lo necesario para vivir.”
Que la Fiesta del Corpus Christi sea “una ocasión concreta para acrecentar las atenciones a nuestros hermanos, especialmente a los pobres”; concluyó el Papa.